Catar aceite es como descubrir que la aceituna tiene un lado rockero. Sí, esa bolita verde que siempre aparece en la tapa del bar también puede hacerte cantar, bailar y hasta llorar… de picor en la garganta.
Los extranjeros lo flipan. Ellos llegan con la idea de que el aceite sirve para freír patatas, y de repente están oliendo la copa azul, con cara de haber encontrado la llave del Mediterráneo. Y no les culpo: es un viaje sensorial que se recuerda más que la primera paella mal hecha que probaron en la playa.
La cata paso a paso (o cómo convertir a un guiri en fan del AOVE)
Primero, les damos la copa y les pedimos que la calienten con la mano. Ahí empieza la magia: unos se concentran como si fueran a invocar a Harry Potter, otros la agitan como si fuese un gin-tonic.
Luego viene el olor. “Grass? Tomato? Banana?” dicen, con acento imposible. Y cuando alguien suelta “almond”, todos asienten como si hubieran descubierto un planeta nuevo.
El sorbo es la mejor parte: aspirar aire y dejar que el aceite baile por la boca. Algunos lo disfrutan, otros tosen como si hubieran probado wasabi líquido. Pero todos sonríen, porque la experiencia engancha.
Oleoturismo: mucho más que un souvenir
Aquí no hablamos de comprar una botella en el súper del aeropuerto. Hablamos de rutas entre olivos centenarios, de molinos que parecen sacados de una peli de Almodóvar, de pueblos donde el aceite es religión.
El oleoturismo tiene de todo:
- Paseos entre olivos que parecen catedrales verdes.
- Visitas a almazaras con máquinas que suenan como techno rural.
- Degustaciones con pan crujiente, porque nadie debería beber aceite a palo seco.
Los extranjeros se llevan selfies con olivos más viejos que Shakespeare, vídeos del chorro verde cayendo en la botella, y una maleta llena de AOVE que luego rezan para que no se abra en el vuelo de vuelta.
En mariacong.com también lo vivimos
Sí, nosotros también organizamos catas de aceite y, en breve, rutas de oleoturismo. Porque no hay nada como ver a alguien descubrir que el aceite puede ser tan emocionante como un vino o un whisky caro. Y porque España no solo es flamenco y sangría: es oro líquido que sabe a cultura, a paisaje y a buen vivir.
Catar aceite es mucho más que probar un producto. Es reírse, aprender, compartir y descubrir que un simple sorbo puede contar toda la historia del Mediterráneo.
Y si quieres comprobarlo, vente de ruta con nosotros. Prometemos pan, aceite, risas… y un poquito de picor en la garganta, que es la mejor señal de que has probado un buen AOVE.





