Canadá da las gracias esta semana. Lo hace el segundo lunes de octubre, cuando el otoño ya se huele y los árboles parecen confeti. Es su Día de Acción de Gracias, una fiesta oficial desde 1957, para celebrar la cosecha y, en esencia, el milagro de haber llegado vivos al invierno.
El primer banquete lo organizó Martin Frobisher en 1578, un explorador inglés que agradeció no haberse congelado en el Ártico. Más tarde, los colonos franceses de Champlain repitieron el gesto en Port-Royal (1606), inventando incluso una “Orden de Buen Tiempo” para celebrar cada cosecha. Años después, en Estados Unidos, los peregrinos de Plymouth hicieron su propia versión en 1621, con los Wampanoag, maíz y un pavo que acabó en los libros de texto.
Ellos lo celebran el cuarto jueves de noviembre, fijado así por Roosevelt en 1941.
Dos países, dos fechas y un mismo propósito: dar gracias antes de que la vida se enfríe.
Nosotros, en España, no tenemos Acción de Gracias oficial. Pero la practicamos sin saberlo cada vez que nos sirven una tapa gratis o alguien abre una botella “solo para probarla”.
Así que, por puro espíritu transatlántico, hoy celebramos nuestra propia versión: Acción de Gracias a la española. Sin peregrinos, sin siropes y con mucho acento del sur.
Pavo con Jerez: el milagro del oloroso
El pavo canadiense suele llegar a la mesa serio, relleno de pan y disciplina. El nuestro llega con más duende: pavo relleno de jamón ibérico, dátiles y un buen chorreón de vino de Jerez.
Para cocinarlo, nada mejor que un Oloroso. Y para acompañarlo Amontillado Tradición VORS 30 años (Bodegas Tradición) o, más asequible Don Zoilo Oloroso (Williams & Humbert). Ambos aportan ese punto de madera y sal que convierte el horno en una catedral. El jamón canta, el dátil endulza, y el Jerez une todo con el aplomo de una bulería a fuego lento.
El resultado no necesita traducción: es pavo con acento gaditano. Y si alguien pregunta por qué huele tan bien, basta con decirlo claro: “El pavo se ha ido de tapas por Sanlúcar y Jerez”.
Pumpkin pie con toque de Moscatel
En Canadá, el pumpkin pie es religión. Huele a canela, a familia y a otoño de catálogo.
Nosotros lo reinterpretamos con alma más luminosa: pastel de calabaza con reducción de Moscatel de Alejandría.
Puedes usar un Moscatel Dorado de César Florido (Chipiona) o un Moscatel Iberia de Málaga Virgen. Ambos perfuman la cocina con sol y Mediterráneo.
La receta: calabaza asada, ralladura de naranja, canela, nuez moscada y un toque de Moscatel reducido hasta quedar en almíbar dorado.
El resultado huele a mercado andaluz y sabe a siesta bien ganada. El Moscatel tiene ese aire de perfume caro y memoria dulce: convierte la calabaza en poesía líquida. Si lo sirves con helado de vainilla, el agradecimiento será generalizado.
Agradecimientos con acento del sur
En Canadá, se agradece la cosecha y el esfuerzo del año. En España, agradeceríamos otras cosas: que el vino no se acabe, que el pan siga crujiente, que las madres no pierdan la receta de las croquetas.
Una Acción de Gracias andaluza sonaría a Niña Pastori, olería a Amontillado La Sacristia AB, y sabría a sobremesa de verdad.
En la mesa habría pavos, chacinas, aceitunas y alguna botella de Palo Cortado de la Cruz de 1767, observando desde el centro como un santo laico.
Porque si algo compartimos con Canadá es la necesidad de celebrar lo cotidiano. Ellos con hojas rojas y arces; nosotros con sol, guitarras y una copa de Pedro Ximénez Noé VORS (González Byass) para bendecir el postre.





